Hoy me levanté a las 6:00 am y lo primero que hice fue sentarme en el suelo y no hacer nada durante una hora. Esto podría ser un acto de rebeldía en la mañana de cualquier ciudad; un performance, casi. La verdad es que no tengo religión, pero hago esto de forma religiosa todos los días.
Lo que hago durante esa hora es meditar. Es renunciar a hacer lo que siempre he acostumbrado hacer. Solo me siento y me observo. Hago Vipassana, que en lengua pali significa “ver las cosas tal como son”, esta técnica de meditación existe desde hace más de 2.500 años y está muy alejada de toda esta onda new age que está de moda, acá no hay visualizaciones, ni verbalizaciones, ni mantras. Esta es una técnica de entrenamiento mental y conducta ética que genera auto purificación a través de la auto observación.
Desde que nacemos estamos acostumbrados a reaccionar ante todas las situaciones que se van presentando en la vida. Vivimos en la reacción. Vipassana es sobre observar la realidad ocurriendo en tu cuerpo y en tu mente a cada momento y no hacer nada, no reaccionar. Hasta que comienzas a hacerlo, no tienes idea de lo difícil que esto es. Es duro mantenerse en el momento. Consideremos que el momento es lo único real; pasado y futuro solo existen en nuestra imaginación.
En actividades cotidianas como ver televisión o incluso cuando miramos un atardecer, estamos, al final, evitando observar la realidad ocurriendo en nuestro interior. La mayor parte de nuestra vida la pasamos realizando actividades orientadas hacia afuera que nos distraen de observarnos a nosotros mismos. Paseamos de estímulo en estímulo y reaccionamos a estos, hasta que nos morimos.
Me siento a meditar para aprender a no ser esclava de mis reacciones: me gusta o no me gusta. Purifico mi mente al cambiar el patrón de conducta habitual basado en deseo y aversión.
Aprendo a observarme porque quiero ser feliz y libre. No quiero ser ignorante de cómo funcionan las cosas dentro de mí (y fuera de mí). Existen unas leyes que gobiernan el universo y si aprendo cómo funcionan en mí, aprendo cómo funcionan en todas partes. Practico y me convierto en mi propio laboratorio para estudiar la realidad.
Una fuerza ajena a mí hizo que naciera, y así mismo, me está matando a cada momento. Todo lo que ha comenzado existir, ha comenzado a morir. Esto lo sé porque pude ver que ya está pasando en mí. Lo más maravilloso de aprender esto, es que viene con la profunda comprensión de que todo lo que va a pasar, va a pasar y no hay nada que pueda hacer. Esa comprensión me da paz.
Mientras esté viva, estaré respirando. Esto lo haré, a veces, a propósito. Aunque casi todo el tiempo lo haré sin que sea mi intención. Esto es realidad y está ocurriendo en mí a cada momento y siempre se puede tomar un momento para sentarse y observar la respiración (sin intentar controlarla). Estudiar en carne/mente propia ese link entre el consciente y el inconsciente. En ese acto, aparentemente, tan simple, me relajo y aprendo.
Necesito esas horas en las que me dedico al autocontrol (tener la firme determinación de no moverme durante una hora) y la auto-observación. Puede parecer raro necesitar una técnica para librarme de mi constante imaginación. No perder -tanto- el tiempo rememorando momentos del pasado o ansiosa sobre el futuro. Como me dijo hace poco un gran amigo “la felicidad es la tranquilidad”, tenerla, es de gran ayuda en este camino de lo desconocido hacia lo desconocido, estos caminos de la vida.