Desde hace tres años La Rana Encantada promueve la lectura de cuentos como instrumento de generación de ideas y de esparcimiento entre los más pequeños. Pese a que se desenvuelve en un mundo plagado de herramientas virtuales, su fundadora ha dado con las claves para seducir a niños y adultos
No hace falta que te lo digan. Con ir o ver en fotos una jornada de las que a diario realiza Linsabel Noguera y su equipo de La Rana Encantada es suficiente: risas, caras de concentración, ojos muy abiertos (algunas bocas también) y un foco colectivo puesto sobre el cuentacuentos de turno, demuestran que los objetivos se alcanzan sin dificultad. “Somos una organización autogestionada que promueve la lectura y la literatura para niños y jóvenes a través de actividades relacionadas con la narración oral y con talleres de expresión creativa que te permiten vincular otras artes y, al mismo tiempo, reconectarte con la familia”, explica Noguera.
¿Cómo lo hacen?
Con funciones guiadas por alguno de los cinco profesionales de la empresa y que están dirigidas a niños entre seis meses y tres años, adaptadas a su nivel de atención y al hecho de que asisten con los adultos significativos en su vida. También realizan sesiones de relatos de cuentos para la familia entera y ejercicios de plástica, para grandes y chicos.
Más allá de los minutos de entretenimiento, para esta comunicadora social lo importante de este tipo de actividades es que contribuyen con la integración entre allegados y con la multiplicación de ciudadanos juiciosos.
Las tareas y propósitos de La Rana Encantada parecen ajenos a la infancia de hoy, rodeada de una gran diversidad de dispositivos tecnológicos. No obstante, la forjadora de esta iniciativa asegura que la ausencia de “efectos especiales” no hace mella en su trabajo. “Como sabemos que se trata de una generación digital, lo que hacemos es traernos esos personajes con los cuales ellos ya tienen afinidad a este ámbito. De hecho, ellos mismos dicen: ‘¡Ah! Como el muñequito de tal juego’ y asumen que hay otro universo y lo disfrutan, porque además encuentran una zona de comunión con sus padres”, afirma.
Fue precisamente la necesidad de labrar ese terreno con su hija la que condujo a Linsabel a crear esta agrupación cuyo nombre hace referencia a una comiquita que pasaban en la Televisora Nacional y que salió de la tradición oral rusa. “Me fascinó porque tiene ese recuerdo afectivo particular y porque es un enlace con la alegría y con la lectura”.