Educación Familia

En la educación de los niños la tarea se hace entre todos

El concepto de usar la escuela como guardería es un error recurrente de los padres que recargan de responsabilidades a los docentes y por otro lado, los educadores se quedan cortos en la capacidad de atender todo lo que se requiere para la formación de un niño.

Miguel es hiperactivo. Ana es retraída. Laura se dispersa con facilidad. Luis golpea frecuentemente a sus compañeros. Ernesto no lee con fluidez. Marta va más adelantada que el resto. Las anotaciones en los cuadernos de los niños se confunden y a veces se quedan en la observación de la maestra. Muchos padres las revisan. Algunos las atienden. Otros ni siquiera se dan por enterados.

La educación integral es una tarea donde todos tienen algo que aportar. La pregunta número uno le toca a la familia. La número dos a la escuela. La número tres a los que participan en la crianza. Así poco a poco se va completando el examen que se presenta en la formación de los pequeños. Es un constante examen sorpresa que se contesta todos los días.

Por eso, algunos pedagogos entienden la educación integral como “al eje rector del desarrollo que mediante el proceso educativo sirve como base para transmitir valores fundamentales y se constituye la identidad social, cultural y ciudadana”.

La psicopedagoga Marisol Muñoz plantea una premisa esencial “En el aprendizaje de los niños, la influencia mayor es el hogar; la próxima es la escuela, por lo tanto hay que llevar el hogar a la escuela y la escuela al hogar”. Por eso la especialista recomienda que en la casa siempre haya libros, periódicos y revistas disponibles, y que por supuesto se le dedique tiempo a leerle a los niños, desde temprano y regularmente.

Muñoz destaca la importancia de crear en la casa un ambiente adecuado para el estudio, que esté bien iluminado y tenga los útiles necesarios, “sin distracciones porque si no el esfuerzo es doble para ambos”.

Esto fue lo primero que consideró Ángel Navarro, padre de dos niñas en 3ro. y 6to. grado. “Cuando nos mudamos a nuestro apartamento en Los Teques, mi esposa y yo agarramos el balcón de la casa y colocamos el salón de estudio de las niñas. Cero televisión, cero música. Y la computadora está visible para todos así que no pueden ponerse a jugar”. Ambos padres se comparten la labor de revisar las tareas.

“Si voy en el carro con ellas les pregunto qué hicieron en el día, si me agarra la cola para subir a Los Teques usamos el tiempo para repasar lo que estén haciendo en la escuela y con mi esposa aprendí que si no sé algo, pregunto. No me da pena decirle a mis hijas que no sé una respuesta pero eso sí, lo más rápido posible lo averiguamos”, dice Ángel. Los resultados de sus esfuerzos se reflejan en las buenas calificaciones de las niñas.

Desde el pizarrón

El pedagogo Paulino Romero afirma que la educación integral implica una preocupación del docente sobre tres campos: el conocimiento, la conducta y la voluntad (o vocación).

Pero a la persona que enseña le corresponde enfatizar en el primer aspecto que es la instrucción, es decir, el primer objetivo del maestro es suministrar información. Con ella el niño va acumulando conocimiento que luego va a usar para valerse por sí mismo y explicarse el mundo que lo rodea.

Si esto se acompaña de orientación adecuada hacia la vocación y se logra moldear su conducta en pro de un mejor desenvolvimiento social, entonces el docente tendrá un rol excepcional en la educación del niño. Pero no puede partir desde cero. El resultado será más provechoso si la familia ha ayudado a definir la identidad sociocultural.

La falta de comunicación entre padres y maestros es un problema frecuente. La psicopedagoga Muñoz recomienda “acordar un sistema de comunicación regular, preguntar sobre las reglas y normas escolares y lo más importante es ayudar a los maestros a conocer y entender a sus niños”. 

En el sitio Web educar.org se definen algunas características en la relación entre padres y escuela en las que destaca que los padres “al elegir la escuela la hacen partícipe de sus deseos, ideales, valores y objetivos educativos, aunque con frecuencia no los tengan ellos mismos suficientemente definidos o explicitados”.

Añaden que en esta relación se tiene que establecer confianza porque en la escuela delegan autoridad, funciones, objetivos y es la institución que está al cuidado de sus hijos.

Y enfatizan lo recíproco y participativo de lado y lado. La familia debe tener una actitud activa “más allá de las aportaciones puntuales de información sobre los hijos”, con la idea de entender a la persona como un proyecto común de educación. Y por otra parte, una escuela no puede limitar su actividad a los campos académicos sin atender las necesidades que puedan afectar a la familia del alumno.

Pedro González, docente de bachillerato, advierte que muchas veces se confunde el rol de cada quien: “los papás quieren que empiecen las clases rápido para que los muchachos pasen el día en otro lado que no sea metidos en la casa. Y apenas salen mal o tienen notas bajas quieren venir a pelear con el profesor. Pero ni te cuento lo que hay que hacer para que puedan venir a una reunión de padres y representantes o vienen y no prestan atención ¿entonces qué le piden a los hijos?”.

Por eso es importante, tal y como señalan los psicopedagogos, que los padres asistan a las actividades que se hacen en la escuela como ferias científicas, actos musicales o teatrales, excursiones o torneos deportivos, ya que además de ser una oportunidad para conocer al entorno y a los maestros, los padres demuestran interés por los talentos que sus hijos puedan desarrollar.