Los que van a pie sufren con más fuerza la letalidad de los accidentes viales. Pero, como caminantes, también tienen deberes que están olvidando. En ciudades vecinas han comprendido la urgencia de ganar batallas para los peatones. En las nuestras el reto está trazado
Al mediodía de una jornada laboral la avenida Urdaneta en Caracas es un laberinto. Los conductores de autobuses saltan sin aviso de un canal a otro. Los que van al volante desde vehículos particulares se desquitan con una caravana de cornetas que, de cierto modo, es una manera de vengarse.
A veces, los propios transeúntes infringen las disposiciones y, temeraria o agresivamente, saltan a la otra orilla de la vía aunque la luz esté en verde para los carros.
Este retrato del tránsito caraqueño se repite en otras ciudades del país. En la jungla de la capital, todos ponen a prueba su capacidad de ir más rápido. Los peatones pelean, literalmente, por un pedazo minúsculo del canal. Pero, aunque intenten vencer las desventajas, los que van caminando son más víctimas que transgresores.
En el Informe Mundial Sobre la Seguridad Vial, publicado en julio de 2009, la Organización Mundial de la Salud advierte que la mitad de las personas que mueren anualmente en accidentes son peatones, ciclistas o motorizados, la población más vulnerable porque enfrenta los golpes directamente con el cuerpo.
¿Cómo se siente un peatón en las calles de Caracas? En esa pregunta indagó Josefina Florez, directora del Instituto de Estudios Regionales y Urbanos de la Universidad Simón Bolívar. Hace tres años, organizó entrevistas grupales que dejaron las siguientes referencias: “casi todos coincidieron en que los espacios para el peatón son ambientes muy agresivos, pero hay personas que, a pesar de esto, se sienten cómodas. El Banco Mundial ha dicho que uno de los principales problemas que identifican las personas es el miedo a caminar solos en las calles. Por eso, no nos extrañó que las mujeres que entrevistamos fueron las que se sintieron más vulnerables”
Otras capitales con problemas de movilidad han logrado hacerse más humanas y más transitables para el peatón. Bogotá es la experiencia más cercana a Venezuela. En avenidas importantes de la ciudad colombiana un grupo de mimos, cual bufones, interceptaba a los conductores cuando se paraban sobre el rayado peatonal irrespetaban las normas de tránsito.
Los peatones también se dieron por aludidos y comenzaron a sentirse reyes, se adueñaron del rayado. El alcalde Antanas Mockus, que gobernó entre 2001 y 2003, llegó a aupar la campaña vestido con lycras y capa de “superciudadano”.
En Europa, Ámsterdam se ha convertido en la gran referencia para peatones y ciclistas. Tras un referéndum realizado en el año 2000, 51% de los habitantes del país aprobó poner en marcha una política para privilegiar la movilización no motorizada. Así, se transformó en la ciudad con más kilómetros de ciclovías y se construyeron numerosas caminerías.
En Venezuela, la cultura del respeto al rayado no ha calado entre los que conducen ni entre los que caminan. Sin embargo, se han ganado algunas batallas que podrían reproducirse. El ensanchamiento de las aceras en la avenida Francisco de Miranda, en Chacao; la reconstrucción de la plaza Alfredo Sadel, en Las Mercedes; y el inmenso patio para patineteros y peatones que nació en la plaza Miranda son logros importantes. Los expertos recomiendan trabajar en la conectividad de los tramos para que los trechos que se pueden andar no queden interrumpidos con los distribuidores de autopistas.
“La infraestructura para el peatón no es la adecuada, porque nuestras aceras no son suficientemente anchas, y los semáforos no tienen el verde para el peatón sino para el que cruza. Por otro lado, hay un tema de educación vial. En cualquier ciudad, cuando un peatón pone el pie en el paso peatonal hay que frenar, aquí le tiramos el carro”, reflexiona Florez.