Aún sin conocerse, sin haberse visto nunca, los une una coincidencia fundamental: evitan que los llamen “discapacitados”.
Se saben personas con capacidades distintas, no convencionales y así prefieren ser llamados. Cada día se preparan más ante un entorno que no está preparado para ellos. Pero asumen el reto de demostrarle al otro –y a veces a sí mismos- que las capacidades no siempre son sinónimo de un organismo con todas sus funciones.
Acá una mirada a la vida de alguna de estas personas, ejemplos de integración: los que trabajan por municipios más accesibles, los que entrenan con esfuerzo para ganar medallas y los que vencen con creatividad las barreras comunicacionales. Los personajes de este trabajo son sólo algunas caras de esa parte de la población que lucha a diario por vencer estigmas y tratar de convivir en una ciudad que no está preparada para ellos.