Responsabilidad

La convivencia comienza con el respeto al otro

Viernes, 5:30 de la tarde en una autopista caraqueña. El aire acondicionado no es suficiente para calmar la sensación claustrofóbica de estar encerrado dentro del carro en plena hora pico. Volteas la mirada a la derecha y el canal de emergencia se ve apetitoso, provocador, como una suerte de vía rápida. Giras el volante y tomas la decisión de saltarte la norma. Te sientes astuto, muy listo. Pero en pocos minutos el hombrillo termina por convertirse en un canal más, con cola incluida. Lo que sientes como una osadía termina por complicar el tráfico. Incumplir las leyes de tránsito en nada contribuye a bajar los índices de conflictividad de la ciudad.

Los cambios parten desde el buen ejemplo. Una sana convivencia ciudadana está determinada por las normas. Para algo están ahí. La forma más sencilla de cumplirlas es dejarse llevar por la lógica. Los semáforos están para detenerse cuando la luz está en rojo e incluso cuando cambia a amarillo. Los peatones tienen prioridad en las calles, pues no hay forma de que compitan con las máquinas de dos y cuatro ruedas. Siempre van a salir perdiendo. Los cruces y las pasarelas están dispuestos para su uso, pensados para contribuir al orden. Tanto conductores como transeúntes tienen derechos y deberes que seguir. La clave está en el respeto por el otro.

Sin embargo, a muchos les parecerá inofensivo cometer pequeñas infracciones. Comerse la luz en un semáforo. Dar la vuelta en U para llegar más rápido a un lugar. Cruzar la calle sin importar el rayado. Colearse en el banco. Detener el autobús en cualquier punto, no en las paradas. Todas estas conductas las asociamos con palabras como astucia, gracia, picardía, viveza, con su carga positiva a cuestas. Pero no son virtudes. Estos comportamientos están asociados al engaño, la trampa, el abuso e irrespeto a tus pares.

Decía José Ignacio Cabrujas: “creemos que somos un pueblo vivo en el sentido de astutos, de pícaros, de una gran destreza y de una gran habilidad. Hemos asociado la palabra vida, palabra hermosa, y la llegamos a confundir con viveza, pensamos que estar vivos es hacer una picardía, decir que una persona es viva o está viva es porque está en algo, está haciendo algo. Nuestra historia niega eso, ¿cuándo fuimos vivos? ¿Qué hicimos para merecer ese calificativo? Basta ver el país”.

Empecemos por ir en el mismo sentido de las normas y es posible que algún día “la viveza criolla” tenga otro significado.

¿Crees que podemos cumplir las leyes aunque los demás se salten la norma? ¿Cómo podemos ser ciudadanos más amables?