Para muchos un temor, para algunos resistencia, para otros la posibilidad de disfrutar la vida con plenitud. La madurez, más que una etapa de la vida, es una actitud, una elección.
Diferentes corrientes psicológicas han estudiado lo que los especialistas llaman cambios evolutivos del hombre, un proceso que según el psicoanálisis comprende ocho etapas. Erik Erikson, psicoanalista que esgrime esta teoría, habla de la séptima etapa –lo que muchos podemos entender como madurez, comprendida entre los 45 y 54 años de edad- como la “generatividad contra el estancamiento”.
No es casual que a esta edad comencemos a escuchar y pronunciar cada vez más aquellas frases que entre bromas sentencian incapacidades. Lo que puede sorprender es que psicológicamente esta es la etapa de mayor productividad y creatividad del ser humano. La generatividad madura es un período donde las personas están en la capacidad de lograr el equilibrio entre el entorno social y el hogar, de construir y disfrutar de buenas relaciones interpersonales y de aportar soluciones.
A todas luces la madurez puede ser la etapa evolutiva de mayor creación y disfrute, pues ya el individuo cuenta con las herramientas sociales y personales para “hacer del mundo un mejor lugar para vivir”, tal como explica Erikson. Entregarse a causas más allá de lo personal, encontrar el equilibrio y un motivo más trascendental, favoceren el crecimiento y la expansión.
Ciertamente con la madurez llegan cambios naturales del cuerpo, pero el individuo elige entre dos opciones: generar o estancarse. Una persona que entra en esta etapa debe aceptar los cambios y no volver la mirada hacia sus etapas anteriores, buscando un atractivo físico enmarcado en estándares sociales, o competir con generaciones más jóvenes en cuanto a vestimenta y conductas.
Evolución significa cambiar constantemente y para mejor, cada ciclo debe vivirse y cerrarse, prepararnos para abrir el próximo y sacarle todo el provecho posible.
En las verdes y en las maduras
César Landaeta (@celand29), psicólogo, recomienda “hay que olvidar sobre todo aquel horrible refrán de: <Estás muy viejo para la gracia>. Un lema semejante, no sirve más que para impedir la libertad, restringiendo el deseo de experimentar cosas nuevas”.
Si bien la actitud y el manejo positivo de nuestra mente son vitales para el desarrollo exitoso de nuestras etapas, “por más que alguien tenga una buena actitud o una mente juvenil, la edad física impone algunas limitaciones que no existían en la época juvenil. Resistir los cambios no es negar que existen o deprimirse por ellos, sino entenderlos y tratar de que sus efectos no sean incapacitantes, ni desde el punto de vista físico ni del psicológico” explica Landaeta.
Respecto a estos cambios biológicos, Robert Peck trabajó en cuatro modelos evolutivos que apoyan en el desarrollo satisfactorio de esta etapa del cambio evolutivo del individuo:
1. Valoración de la sabiduría vs. Valoración de las facultades físicas: contrarrestar los cambios físicos con las experiencias de vida que permiten empezar una nueva forma de vivir.
2. Socialización vs. Sexualización: se enfrenta el climatario –cambios biológicos- y el cambio de la actividad sexual es paulatino. Hay que desarrollar más la capacidad de comunicación, ya que a menudo se valora más las relaciones sexuales que el compañerismo.
3. Flexibilidad de carácter vs. Empobrecimiento de carácter: a medida que avanza la edad se rompen, distancian o cambian las relaciones interpersonales, y tienden a producirse nuevos vínculos. Es recomendable desarrollar nuevas actividades para evitar la depresión.
4. Flexibilidad mental vs. Rigidez mental: este modelo es vital en la adaptación y culminación exitosa de la etapa, y es un aspecto que debemos trabajar desde temprana edad. La persona que es flexible mentalmente puede cambiar con el tiempo y acoger nuevas ideas, a la vez que mantiene una actitud positiva hacia la vida. La persona con una mente rígida, es cerrada a nuevas ideas y técnicas e insiste en hacer las cosas de una forma inalterable –a su manera-, esta persona experimentará el rechazo de los demás, experimentará ansiedad y depresión, y no crecerá emocionalmente.
Tips para una madurez
César Landaeta sugiere algunas buenas estrategias “mantenerse al día en los cambios de la sociedad y tratar de adaptarse a ellos sin cambiar esencialmente la personalidad. Cuidar la salud física, así como la emocional. Prevención médica. Cultivar buenas relaciones con nuestros semejantes y alegrarse con su compañía. Aceptar los cambios, pero no resignarse a ellos como quien dice: «ya no puedo», «ya no debo» o «me entrego a la vejez». Una buena actitud mental es un gran recurso”.
El psicólogo Landaeta, ha dedicado sus últimos años a escribir libros que brindan herramientas para ser felices, por eso cierra con un agregado muy importante: “quiero remarcar el papel de la alegría. No sólo en las edades juveniles, sino en cualquier momento de la vida, la actividad debe estar orientada a la alegría y compartir con otros ese sentimiento. No se trata de vivir en un mundo ideal o estar constantemente riendo como un insensato, sino tratar de ver que en cada dificultad hay un chance de aprender o de cambiar y esa es la idea de vivir. Cuando pasen las calamidades, estaremos más dispuestos y sanos que quienes se dejan apabullar por los obstáculos. No hay viejos incapaces, lo que hay es gente triste. Hay que cambiar eso”.
Otros especialistas aconsejan la realización de actividades físicas que permita liberar la mente y elevar el entusiasmo, trabajar en un plan de vida congruente con los sueños y gustos de la persona, desarrollar un espacio íntimo para el autoconocimiento y la autoaceptación –desde temprana edad-, invertir tiempo y recursos en el cuidado y crecimiento personal, entre otros.
Lo importante para una madurez abundante en sonrisas y evolución es una mente y un espíritu lleno de autoconfianza, blindarse con adaptabilidad y abrirse a una sola experiencia: vivir.