Aquella regla general de “no hablar con extraños” está demodé. La exposición pública de la vida privada es la piedra angular de las redes sociales en Internet. Desde nuestro monitor las distancias se reducen y los afectos crecen.
Es un poco como ver el mundo a través del fondo de una botella: redimensionamos la realidad y nos gusta. Así las cosas, podemos llegar a sentirnos en confianza en un ambiente que no está diseñado para brindarnos seguridad sino permitir que nos relacionemos con otros seres humanos bajo normas que nos son naturales. Sobran los ejemplos de secuestros planificados a partir de la información que publican los usuarios en sus redes, acosos laborales o de índole sexual, uso no autorizado de nuestros datos, hasta tráfico de órganos y personas. Paranoias aparte, no deja de ser contradictorio que en una sociedad cercada por claves electrónicas, contraseñas alfanuméricas, datos encriptados, rejas, alarmas y controles de acceso, sucumbamos a la ingenuidad de publicar en nuestras redes información sensible que puede ponernos en peligro.
Antes de pulsar la tecla “enviar”, “publicar” o “compartir” tómese unos segundos para pensar en las consecuencias de ese mensaje sobre su seguridad personal. Las redes sociales, aún con todas sus ventajas, no son un juego de niños.
El proceso es conocido. Escoger un nombre, asociar una dirección de correo, otorgar ciertos datos a cambio de pertenecer a una red y justo antes crear la cuenta hay una casilla para mentir: “He leído y acepto las condiciones del servicio”.
Las condiciones del servicio por lo general son aburridas. Siempre se trata de un usuario al que a partir de ahora llamaremos EL USUARIO y de una empresa a la que a partir de ahora llamaremos LA EMPRESA. Además, ansiosos por empezar a compartir con el resto del mundo no siempre nos detenemos a pensar en las consecuencias de nuestras acciones en las redes, las cuales, por definición, son irreversibles.
Acosadores de teclado. Si para los adultos el mal uso de las redes sociales puede significar una pesadilla en sus entornos, el caso de los niños y jóvenes menores de 18 años debe ser mirado aún más de cerca. Los pequeños se entusiasman por empezar a usar las redes pero pueden no estar preparados para asumirlo con responsabilidad, por eso debe guiarlos para garantizar su seguridad en internet.
Redes sociales como MySpace y Facebook han desarrollado herramientas de ideas para preservar su seguridad en Internet expresadas en las letras pequeñas de los contratos, las políticas de privacidad nos brindan una idea clara de a dónde irá a parar nuestra información una vez subida a la red. Leerlas ayuda a tomar una decisión consciente, basada en información.
Los perfiles de privacidad existen, ¡úselos!
Sin embargo, la responsabilidad principal sobre lo que se publica sigue estando en sus manos. La mayoría de las redes sociales permiten ajustar los niveles de privacidad y de acceso a la información para decidir quiénes pueden ver qué. También se pueden bloquear usuarios, reportar spam, denunciar conductas inapropiadas o suplantación de identidad con el fin de garantizar su seguridad en internet.
Lo más importante antes de abrir una cuenta en una red social y ajustar los perfiles de privacidad es definir el objetivo y el uso que se le dará: si es personal, profesional o de negocios será determinante para decidir a quienes aceptar en su nuevo entorno digital y el tipo de mensajes o información a compartir, la cual, en ningún caso, deberá significarle un peligro.
La idea es lucir accesible pero no localizable. Cuentas bancarias, claves de acceso, direcciones, teléfonos privados y datos de su entorno familiar deben permanecer resguardados.
Nada que permita inferir verificación de edad e identidad para rastrear casos de pederastía o acoso sexual a menores de edad en sus sitios y han priorizado el uso de los botones de denuncia de contenido inapropiado.
Pero estos no son los únicos problemas por atender. El “cyberbullying” o acoso escolar por Internet viene ganando terreno en las redes de los chicos. Desde los recreos y pasillos escolares hasta los muros y timelines, se intimida a los niños y adolescentes con ataques a su reputación.
Este viene a ser otro flanco de batalla para los padres del nuevo milenio: entrenar a los hijos en el uso de las redes sociales, estar atentos a sus movimientos y conexiones digitales, siempre bajo la bandera del respeto a su individualidad. Una línea delgada que viene a dinamizar el concepto de familia como institución y proporciona nuevas oportunidades para reforzar valores.